miércoles, marzo 19, 2008

El Accidente del Columbia

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El 1 de febrero de 2003, el telediario del mediodía nos sorprendía a muchos de nosotros con las imágenes, grabadas por un videoaficionado, del Columbia desintegrándose sobre el cielo de Texas, durante la maniobra de reentrada de la misión STS-107 del transbordador espacial norteamericano. El Columbia, el más veterano de la flota de transbordadores, contabilizaba con ésta un total de 28 misiones al espacio.



Casi de inmediato empezaron a surgir las primeras hipótesis sobre las causas del accidente, mostrándose unas imágenes tomadas durante el despegue de esta misión, en las que se observaba cómo un trozo del aislante que recubre gran el depósito central de propulsante se desprendía del mismo impactando sobre el ala izquierda del Columbia. Se planteaba que éste podía haber sido el origen del fallo, aunque al mismo tiempo se argumentaba que acontecimientos similares habían ocurrido en otros despegues sin que hubieran tenido el más mínimo efecto en la integridad del transbordador. De hecho, los técnicos de tierra habían observado el impacto y, tras varios días de debate, la conclusión oficial de la NASA era que no existía riesgo alguno, habiéndose proseguido la misión con normalidad.



Luego, como suele ocurrir, el accidente dejó de ser noticia, y la investigación sobre sus causas cayó en el olvido para el público en general.



Sin embargo, la investigación del accidente ha avanzado sin pausa en este tiempo, publicándose sus conclusiones el pasado mes de septiembre. El estudio ha sido exhaustivo: se han analizado uno a uno con gran detenimiento todos los datos (y son muchos) registrados por todos los sistemas de la nave a lo largo de la misión; se han observado una y otra vez los videos del despegue y las imágenes radar obtenidas durante la parte orbital de la misión; se han estudiado en detalle los restos minuciosamente recolectados a lo largo de varios estados; se han realizado múltiples ensayos de diferente tipo para intentar reproducir y validar las distintas hipótesis vertidas por el equipo de investigación sobre el desarrollo de los acontecimientos... Y como resultado de todo ello, la conclusión es que el desprendimiento y posterior impacto contra la parte inferior delantera del ala izquierda del transbordador de un trozo de espuma aislante desprendida del depósito ventral, fue el origen del daño que conduciría a la destrucción del vehículo durante la reentrada.



El trozo de aislante desprendido tenía una forma más o menos ovalada, con un tamaño de 500 a 700 mm de largo por 300 a 500 de ancho, y al menos 5 cm de espesor. Su peso estaba en torno a los 600 ó 800 gramos, y la velocidad de impacto fue del orden de los 260 m/s (más de 900 km/h) Aunque se trata de una ligerísima espuma rígida, los ensayos realizados durante la investigación han demostrado que, al contrario de lo que se pensó en su momento, un fragmento de estas características pudo llegar a ocasionar un gran agujero en el borde de ataque del ala izquierda del Columbia.



Se han estudiado otras posibilidades, como el impacto de un micrometeorito o de un fragmento de basura espacial durante la parte orbital de la misión, pero tras el detallado análisis de los sensores de la nave y las imágenes radar, no se ha encontrado nada que apoye esta hipótesis. No obstante, durante el segundo día en órbita se registró la separación de un pequeño objeto que se alejaba a baja velocidad de la nave. Tras extensos análisis, se ha descartado que pudiera proceder de algún equipo experimental de la bodega o que fuera algún deshecho del propio transbordador; se comparó la imagen radar obtenida de este objeto con la que dejarían distintos elementos de la nave, obteniéndose que sería aproximadamente idéntica a la que dejaría una loseta cerámica aislante del borde de ataque del ala, o una junta rígida de carbono del mismo borde de ataque. Aunque no puede probarse, parece probable que, tras el impacto, fragmentos del recubrimiento del borde de ataque cayeran hacia el interior del mismo, liberándose al exterior en ausencia de gravedad al efectuar una pequeña maniobra de giro del transbordador.



La secuencia del accidente se ha intentado reproducir y se conoce con bastante exactitud cómo se desarrollaron los acontecimientos. En un determinado momento de la maniobra de reentrada, con el Columbia ingresando en la atmósfera con el elevado ángulo de ataque requerido para presentar el escudo térmico en su posición más efectiva, comenzó a penetrar aire extremadamente caliente hacia el interior del ala a través de una fisura o, más probablemente, un agujero producido en el borde de ataque. Este flujo de gases a enorme temperatura fue erosionando y fundiendo los materiales, agrandando el agujero y avanzando por el interior del ala izquierda en dirección a la bahía del tren de aterrizaje. Los daños en el ala fueron aumentando, comenzando a afectar al elevón izquierdo y a la maniobrabilidad del transbordador, que empezó a desviarse de su actitud nominal en alabeo y guiñada. Los sistemas de control de la nave intentaron compensar la desviación, pero los daños fueron aumentando sin que pudiera restablecerse el control. Llegado un determinado momento, la posición del Columbia se alejó tanto de la nominal que el vehículo resultó destruido por las fuerzas aerodinámicas.



Fue, por tanto, el desprendimiento del aislante lo que provocó el accidente, pero ¿por qué se desprendió? ¿Fue una mala decisión del MRB, que aceptó con “use as is” un defecto en la aplicación del aislante que se había detectado en la inspección de calidad? ¿Se trató de un fallo aleatorio debido a la naturaleza misma del aislante y del procedimiento de aplicación? Probablemente nunca se sepa, pero las recomendaciones del comité investigador incluyen modificaciones en el esquema aislante del depósito central del transbordador espacial para evitar que hechos así se repitan en el futuro. Desprendimientos de aislante se han repetido en numerosos vuelos del transbordador espacial, pero nunca habían ocasionado ningún daño, y precisamente por ello no se le dio mayor importancia, aunque nunca hasta ahora el desprendimiento detectado había sido de esta magnitud.



De hecho, el informe del comité investigador es extremadamente crítico con la NASA, con su gestión y cultura interna, tanto en materia de seguridad como de organización en general. Es más, el comienzo y conclusiones del informe señala que si bien la causa física del accidente fue el desprendimiento del aislante, tan responsable o más que el propio trozo de aislante fue la gestión de la agencia en la valoración del incidente que dio lugar al trágico accidente con la pérdida de siete vidas.



Sin entrar en más detalle por la falta de espacio, simplemente señalar que los análisis advirtieron que existía la posibilidad de que el aislante hubiera podido penetrar en la estructura... aunque no era demostrable (el modelo no estaba preparado para impactos de esta magnitud). Para asegurarse, los técnicos pidieron que se tomasen imágenes del transbordador en órbita por parte de los sistemas ópticos del Dpto. de Defensa (telescopios espías de altísima resolución), pero la petición fue denegada por los gestores de la NASA, al considerar que no había motivos para la misma. El criterio general era que los habituales desprendimientos de espuma del depósito central no eran un asunto de seguridad de vuelo... aunque nunca se había probado lo contrario. La repetitividad de la anormalidad la había convertido en normalidad, sin ningún estudio que asegurase su inocuidad. De nuevo, como sucedió con el Challenger, el exceso de confianza y la priorización de los objetivos y plazos de la misión sobre la seguridad, tuvieron mucho que ver en este nuevo accidente de la aventura espacial.

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